Durante las últimas 10 semanas, nos debatimos entre el escepticismo y la esperanza. La incertidumbre, la violencia y el odio se han apoderado de amplios sectores de nuestro país (unos como victimarios y otros como víctimas), mismo que justo antes de los lamentables acontecimientos acaecidos en el período señalado, gozaba de paz, seguridad y disminución acelerada de los niveles de pobreza de los estratos más vulnerable de nuestro pueblo.
En Nicaragua personas que respiran crueldad, utilizan los eternos dualismos -cuerpo y alma, bien y mal, verdad y mentira…- instalados en el imaginario social, y se han arrogado la potestad de definir qué es verdad y quiénes dicen la verdad; quiénes son los malos y quiénes los buenos.
Estas personas (con libretos y guiones bien aprendidos) esperaron pacientemente por años, para contar con una bandera de lucha que no encontraban(quisieron aprovechar el incendio de la Reserva Biológica Indio maíz y no les funcionó) –las reformas al INSS se la proporcionaron-, con la finalidad de ponerse al frente de la mismas y llevar a la praxis el “Golpe suave”, sin importarles la muerte de inocentes (según el manual, entre más haya, mejor), la destrucción y ruina de un país tercermundista que con tanto trabajo y esfuerzo de su pueblo y gobernantes se había situado en lugares cimeros en términos de avance económico, disminución de la pobreza y restitución de derechos a los sectores más empobrecidos, conculcados de forma sistemática por los gobiernos de Barrios, Alemán y Bolaños.
Lo más terrible –además de la destrucción- ha sido la pérdida de tantas vidas preciosas y valiosas para nuestro país. El 19 de abril comenzó la muerte y el dolor a instalarse en nuestra Nicaragua, a partir de una marcha pacífica, quizás esto era cierto para la mayoría de quienes asistieron, no así para los que conspiraban desde la oscuridad. Ese mismo día –al igual que otro joven- cayó abatido un policía con un disparo en la cabeza, evidentemente realizado por alguien con mucho conocimiento sobre armas. Un estudiante no se convierte en francotirador de un día para otro.
La maquinaria diabólica se puso en marcha, ya se habían organizado –seguramente con antelación- extrañas alianzas entre sectores históricamente enfrentados(organizaciones feministas radicales-con claras posiciones políticas y que no representan a las mujeres de Nicaragua- y Jerarcas de la Iglesia Católica, dirigencia del COSEP y miembros de ONG (que han visto menguados sus ingresos de forma drástica) partidos políticos, organizaciones y movimientos fracasados(MRS, Movimiento por Nicaragua, entre otros).
Es así, que funciona a la perfección el antiguo proverbio árabe: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. El enemigo a destruir es el Gobierno Sandinista y todas las personas vinculadas con el mismo, ya sea en términos ideológicos, partidarios, laborales o hasta de simple amistad. El objetivo a conseguir: hacerse con el poder a cualquier costo, incluidas medidas inconstitucionales y antidemocráticas. Elementos esenciales utilizados para tal fin han sido las redes sociales y medios de comunicación (televisivos, radiales y escritos) al servicio de los golpistas, los que han desatado una parafernalia mediática esgrimiendo la mentira como recurso sistemático, lo que ha provocado confusión y engaño en algunos sectores de nuestra población. Estos “profesionales” de la información han tenido como buen maestro a Joseph Goebbels -ministro de Adolf Hitler-, padre de dos máximas perversas: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad” y “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande es la mentira más gente la creerá.”
En una suerte de mundo al revés o teatro de lo absurdo, se han trastocado los cánones, principios y valores, de tal manera que la democracia, paz, seguridad y libertad que gozábamos antes del 18 de abril del presente año era dictadura. Los ataques violentos con morteros, armas hechizas y bombas molotov, catalogados como manifestaciones pacíficas; a los tranques (que lesionan los derechos humanos de una mayoría secuestrada) los denominan instrumentos pacíficos; a la destrucción y quema de propiedad pública y privada, mejoramiento del paisaje urbanístico. A los delincuentes y miembros del crimen organizado, defensores de la patria; a las pérdidas económicas millonarias –por causa de los tranques- costos necesarios a pagar o daños colaterales…
Estas reiteradas mentiras han provocado la estigmatización del sandinismo, de miembros de la Policía Nacional, de las y los sandinistas y una visión estereotipada de los mismos. Lo constatamos en la expresión “cucarachas” (así llamaban en Ruanda a personas de la etnia tutsi por parte de los miembros hegemónicos de la etnia hutu que produjo la muerte de aproximadamente 800,000 seres humanos), expresada por la periodista Tiffany Roberts de Univisión (en alusión a los sandinistas) en su twitter hace algunos días. Asimismo, produce –entre sectores sociales sometidos a este constante bombardeo de falsedades- una lógica de pensamiento que lleva indefectiblemente a la siguiente conclusión: toda muerte y destrucción son causadas por sandinistas y policías. De tal manera que hay que distinguir entre quienes han sido engañados vilmente (mayoría de protestantes) y los autores intelectuales de este Golpe que, sin ningún cargo de conciencia, hacen uso de bandas delincuenciales nacionales e importan a mercenarios, miembros de las maras más salvajes de El Salvador, Honduras, Guatemala y algunos sicarios mexicanos ( cienes de miles de dólares invertidos que habría que investigar su procedencia), con la finalidad de realizar actos terroristas, secuestros, torturas nunca vistas y crímenes de odio contra una masa poblacional sandinista, que han recibido claras orientaciones de su máximo líder, el Comandante Daniel Ortega, de no responder a la violencia con violencia. Lo que nunca consideraron estos oscuros personajes es que “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo” (Abraham Lincoln). Después de constatar las mentiras vertidas por los llamados “periodistas independientes” (con claras agendas políticas), los sectores del pueblo, blanco de las mismas, ya no les creen. El engaño jamás es eterno, Gracias a Dios.
Hoy -4 de julio- los muertos sobrepasan los doscientos, a pesar de que casi de inmediato (cuando estalló la crisis) el Gobierno Sandinista, consciente de sus responsabilidades ante el pueblo, instaló el Diálogo Nacional con la mediación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua. Pecamos de ingenuos, se debieron considerar también a los hermanos evangélicos. Los obispos en general (con honrosas excepciones, Cardenal Brenes, Monseñor Bosco Vivas, Monseñor Sándigo,) dieron muestras desde el inicio de una total parcialidad hacia la oposición autodenominada “Alianza Cívica”. Recuerdo bien que cuando se suspendió el diálogo, en las primeras semanas de mayo, había aproximadamente 70 personas muertas. Precisamente ese día, representantes del Gobierno y de la sociedad civil que les acompañaban, solicitaron que se condenase la violencia “venga de donde venga” y la remoción de los tranques, mismos que generaban y generan violencia contra la población, muertes, chantaje económico, pérdidas millonarias y hasta la violación de niñas. La respuesta fue tajante de parte de la oposición, los tranques se quedaban y no apoyaron la condena contra la violencia. Los supuestos mediadores no hicieron ningún esfuerzo por acercar posiciones y pasaron 21 días en los que el odio, la crueldad, la violencia y la muerte se entronizaron en nuestro desventurado país.
Los reiterados llamados del Santo Padre, el Papa Francisco al diálogo como único instrumento para dirimir los conflictos en Nicaragua no han sido atendidos por quienes deben obediencia absoluta ante el Sucesor de San Pedro. Desgraciadamente, nunca hemos escuchado un llamado de nuestros Obispos a la reconciliación, al perdón, al amor. Por el contrario, con dolor, sí hemos sido testigos de posiciones políticas cargadas de ira, resentimiento y mucho más, por parte de los Obispos Báez y Mata, quienes sin ningún espíritu Cristiano en vez de promover la paz, han colaborado activamente con la violencia y el odio (les recomiendo a ambos leer Mateo 23:27). Ello ha propiciado la participación de otros Sacerdotes en actos incompatibles con su investidura: la utilización de los púlpitos para arengar políticamente (un ejemplo, entre muchos, Monseñor Álvarez: “No tengan miedo” o “Salgan a protestar”), fortalecer posiciones de los golpistas, presenciar y alentar a la tortura, apoyar los tranques generadores de destrucción y muerte, defendiéndolos como supuestos escudos para proteger la vida.
Como Católica practicante de toda una vida: fui bautizada, recibí la Primera Comunión, Confirmé mi integración a la colectividad católica, me casé en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, y 39 años después (2015), en la misma Iglesia renové votos matrimoniales junto a mi esposo, quien falleciera un año más tarde (2016), solicito al Santo Padre, el Papa Francisco que indague sobre tales acontecimientos que han creado un cisma en la Iglesia Católica en Nicaragua. La Iglesia no está constituida solo por los templos y Sacerdotes, sino principalmente por la feligresía, quienes dan vida y sentido a la Iglesia. Desafortunadamente, la Jerarquía Eclesial no sólo ha contribuido a la destrucción de nuestro país, sino a la de nuestra Iglesia. Para ellos los Católicos Sandinistas no existimos o no deberíamos existir., He escuchado a muchos católicos expresar que no quiere continuar siéndolo. En mi caso, sí, soy y seré siempre Católica, aunque me sobren dedos de las manos para contar a Sacerdotes que considero verdaderos cumplidores del ministerio de nuestro Señor Jesucristo, con un discurso profético, que no diferencian a católicos por su raza, género, clase social o preferencia política (Padre Toñito Castro, Cardenal Miguel Obando,Príncipe de la Reconciliación, entre otros).
Recuerdo precisamente a uno, aunque ya no se encuentre físicamente entre nosotros, el Padre César Jerez García SJ (1936-1991) Un verdadero continuador de la obra de Jesús de Nazaret. En 1990 fungía como Rector de la Universidad Centroamericana, misma donde laboré como académica durante 27 años. Deseo compartir dos párrafos de la Lección Inaugural del año académico 1990 (después de las elecciones de febrero de ese año, tras la muerte de aproximadamente 50,000 personas en la guerra de los ochenta, en pleno proceso de reconciliación liderado por el Cardenal Miguel Obando y Bravo. Es necesario acotar que el Comandante Daniel Ortega Saavedra, entregó el poder a Doña Violeta Barrios de Chamorro, a pesar de que muchos sandinistas (la mayoría está ahora en el MRS y oposición) le pedían que no lo hiciera, pues contábamos con todas las condiciones militares para no cumplir, pero él se negó. Ése es nuestro líder, el Comandante Ortega siempre cumple en lo que se compromete, un verdadero hijo de Sandino, un patriota que lucha desde los 14 años por una Nicaragua libre, por una Nicaragua en paz y reconciliación. A continuación, las palabras del Padre Jerez en marzo de 1990:
“El fatídico hecho de que la guerra ha dejado muchos muertos entre nosotros, ha dejado la herida social de miles de nicaragüenses lisiados, ha dejado odio y ansias de revanchismo y venganza. Es en este contexto triste en el que se nos pide la reconciliación, que es una demanda de la paz, de la sobrevivencia y en muchos casos debiera ser el fruto de la inspiración cristiana”…
“Teniendo en cuenta el liderazgo que en tal proceso ha jugado el Presidente Daniel Ortega, la Junta de Directores de la UCA está dando los pasos necesarios para concederle el doctorado «honoris causa» por su gestión como presidente, por su contribución a la paz y a la democracia. Por breve tiempo fue él alumno de la UCA y la universidad desea reconocer sus méritos, no en su ascenso al poder sino cuando desciende del mismo». (Revista Envío Num. 102 abril 1990).
Efectivamente, meses después, La Universidad Centroamericana le otorgó al Comandante Daniel el título de Doctor Honoris Causa por su significativo aporte a la libertad, a la paz y a la democracia en nuestro amado país. Hoy como ayer, los sandinistas apostamos a la paz, a la reconciliación sin rencores, para reencontrarnos como hermanos, como verdaderos(as) hijas(os) de Dios.
(El 19 Digital)