Darse a la humanidad por casi seis décadas

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Foto: Juvenal Balán

Pocos actos humanos llevan implícitas tanta nobleza y sensibilidad como el internacionalismo. Quien por deber y voluntad abraza esa bandera, asume con ella la responsabilidad indescriptible de hacer el bien a sus iguales;  esa palabra no admite otra actitud que no sea la del abrazo solidario más allá de distancias, credos y culturas.

Fue así, bajo esos preceptos, que se concibió, hace ya 59 años, la colaboración cubana con el mundo en materia de Salud, cuando llegaron a la República Popular de Argelia los primeros galenos. Tan fieles hemos sido a nuestra convicción de profundo respeto a la humanidad, que no puede escribir el mundo la historia del altruismo y los lazos de hermandad, sin que brille en esas páginas el nombre de esta Isla.

No podía ser de otra manera porque la Revolución, tal y como una vez la soñó Martí, tal y como la concibió Fidel, nació para ser faro de justicia, para abrir su corazón, para demostrar que tal vez no podamos cambiar al mundo, pero nunca dejaremos de hacer nuestra parte para que sea un lugar mejor.

Un inequívoco mensaje de amor han sido, sin dudas, las epopeyas de estas décadas, en las que más de 600 000 colaboradores cubanos de la Salud han sido embajadores de esperanza, abriéndole caminos a la vida allí donde la muerte y el abandono caminan de la mano.

La brigada Henry Reeve, hija pródiga de la solidaridad en su estado más puro, ya dejó de ser cubana para ser del mundo, y ha devenido también símbolo de paz, cuyo premio Nobel ya le fue otorgado en el corazón de millones de personas alrededor del mundo.

Son tantas las huellas de los nuestros en los más inimaginables rincones del planeta, que sobrecoge la idea de pensarlos tan lejos, a merced de insospechados peligros, y es esa misma idea de saberlos dispuestos a desafiarlo todo por su sentido del deber y sus valores, la que también conmueve y enorgullece.

Los hijos de esta tierra, cuyas huellas ya son imborrables en la memoria de la humanidad, han dado muchas lecciones a aquellos que desconocen el verdadero significado de la otredad, de ponerse en el lugar del que sufre, de tender una mano amiga sin esperar a cambio nada más que la mirada agradecida que muchas veces ni siquiera se acompaña de palabras.

Han dejado al descubierto, con sus nobles actitudes, las mentiras que intentan en vano echar por tierra la transparencia de su labor humanitaria, porque las voces de los que han recibido el abrazo solidario de los nuestros han hablado más alto que el odio.

Nuestros héroes de blanca vestimenta seguirán andando los caminos del deber, seguirán haciendo historia en favor de la vida, enorgulleciendo a su pueblo, honrando los preceptos irrenunciables de los que son herederos.

Los acontecimientos vividos recientemente ante el despunte inesperado de un virus mortal, demostraron con creces que la solidaridad, el internacionalismo y la colaboración son las vacunas que verdaderamente necesita la humanidad.

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