Delincuentes al servicio de Gene Sharp

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Tomado de: Razones de Cuba
El 28 de enero de 2018, a la edad de 90 años, falleció el escritor y politólogo estadounidense Gene Sharp, tristemente célebre por fundar la Institución Albert Einstein y la creación de la teoría del “uso de la acción no violenta” para “democratizar el mundo”. Bajo estos conceptos, con la promoción de sus manuales, fue autor intelectual de “revoluciones de colores” en varios países cuyos gobiernos representaban obstáculos para los intereses hegemónicos de la Casa Blanca. Realmente no se les puede llamar “revoluciones”. En la práctica, funcionaron como procesos de desestabilización, guerras que cobraron muchas vidas.

Sharp, con su teoría de 198 métodos de acción no violenta, propagó el mal en numerosos países democráticos. En América Latina constituyeron varios los blancos: Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. En el último caso, hace cuatro años, Washington, junto a la NED, la USAID y otras organizaciones, acompañadas de su andamiaje mediático, lograron que se lanzaran jóvenes estudiantes a las calles. Luego fueron sustituidos por delincuentes armados, para esparcir el odio contra las fuerzas sandinistas y extender las acciones vandálicas en varias ciudades del Estado centroamericano. Intentaron emplear ese mismo esquema de Sharp en Cuba. Mezclar a delincuentes con ciudadanos descontentos fue la fórmula del 11 de julio del pasado, con el fin de desestabilizar el país.

Reclutar delincuentes es uno de los métodos de los manuales de Gene Sharp. Sin dudas, el 2004 conformó un punto de viraje en la estrategia subversiva de Estados Unidos contra Cuba. En 2003, el gobierno antillano sancionó penalmente a 75 cabecillas contrarrevolucionarios, en un escenario donde el entonces presidente George W. Bush iniciaba una «cruzada antiterrorista» tras el derribo de las Torres Gemelas. Nuestro país representaba uno de los 60 «rincones del mundo» señalados en esos planes de guerra imperial.

Ya sin base de apoyo en la Isla, la proyección se dirigió a identificar «otros líderes» entre la juventud cubana. Así surgieron múltiples proyectos, financiamientos, becas y cursos en el exterior.

La Casa Blanca trabajó fuertemente de cara al 2018, momento en que se produciría en Cuba el traspaso del gobierno revolucionario a una nueva generación de dirigentes y en el cual el país caribeño incrementaría su acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones. En ese contexto, los enemigos de la Revolución echaron mano a cuanto joven se opusiera al proyecto socialista cubano. Uno de ellos fue Luis Manuel Otero Alcántara, autoproclamado artista autodidacta, cuya «obra contestaria» recibió una escalada de apoyo financiero y material por los mismos sujetos que dirigieron los hechos de desestabilización en Venezuela y Nicaragua.

De 2018 a 2021, Otero Alcántara recibió fondos y preparación de Karla Velázquez (La Madrina), funcionaria del Instituto Nacional Demócrata (IND), organización estadounidense creada en 1983 para expandir subversión en todo el mundo. También tuvo apoyo de Aimel Ríos Wong, miembro de la archiconocida NED y uno de los responsables de los hechos en Nicaragua en 2018.

Otero Alcántara es un sujeto marginal. Se mudó del Cerro para el barrio de San Isidro, en La Habana Vieja, cumpliendo indicaciones de sus patrocinadores de crear el Museo de la Disidencia y ganarse a los vecinos de la localidad, sobre la base del comprometimiento material a personas vulnerables, con énfasis en mujeres jóvenes amas de casa.

A medida que se incrementó el apoyo desde el exterior y de algunas sedes diplomáticas en La Habana, Otero Alcántara fue escalando en sus provocaciones en la vía pública, desafiando las leyes y a las autoridades, a pesar de las advertencias recibidas sobre la gravedad de los hechos en que incurría. Se sintió impune y, bajo órdenes externas, creó el llamado proyecto San Isidro. Engrosaron el grupúsculo otros contrarrevolucionarios, incluido el delincuente Maykel Castillo Pérez (Osorbo), inmediatamente después de haber cumplido una sanción penal, una más en su larga lista, por su lesiva conducta social.

Otero Alcántara y Maykel Obsorbo, fueron incurriendo sucesivamente en delitos por los que hoy cumplen sanción. Durante tres años el gobierno cubano fue benevolente con ellos. Siempre se prefirió que rectificaran y, lejos de eso, empeoraron su actuación. Como delincuentes comunes, fueron conminados por sus patrones a que continuaran desafiando a la Revolución, sus autoridades y a su pueblo. Hoy, esos mismos jefes los echaron al olvido, como hicieron antes con su colega Dennis Solís, quien actualmente sufre pobreza extrema en Serbia. Este último en muchas ocasiones cuestionó los límites de tanta impunidad, por la cual estos delincuentes se sintieron estimulados a realizar un supuesto acuartelamiento/ huelga de hambre en San Isidro, en noviembre de 2020. Allí se demostró gráficamente que estuvieron 10 días comiendo, bebiendo y tejiendo una campaña mediática contra Cuba.

Otero Alcántara y Maykel Osorbo son dos delincuentes devotos de los manuales de Sharp, orientados a ganar espacios públicos, generar enfrentamiento con las autoridades, arengar a los ciudadanos para que se subleven contra el gobierno y generar presión, entre otras muchas acciones. En estas actitudes se involucraron conscientemente. Recibieron dinero, por el cual en varias ocasiones ambos se disputaron los mayores dividendos. Estuvieron convencidos que serían los «líderes» que llevarían a este país al caos y la desestabilización. Eso le hicieron creer Karla Velázquez, Aimel Ríos Wong y los diplomáticos de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, sus más allegados «amigos». Más de 30 integrantes de esa falsa y mercenaria contrarrevolución decidieron emigrar para vivir en el exterior y, de vez en cuando, realizan una acción en apoyo a estos reclusos para llamar la atención de los medios de prensa y de organizaciones anticubanas. Quienes los apoyaron, hoy viven la dulce vida en Estados Unidos o en Europa, mientras que Otero Alcántara y Osorbo ya no son noticias.

 

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