Por un lado hay una Cumbre de las Américas, una reunión protocolaria y rutinaria interpretada por EE.UU. como si se tratara de una fiesta a la que sólo se puede acceder amigos y por invitación: fracasada incluso antes de empezar. Por otro lado, una cumbre del Alba-TCP, una reunión política cuyo resultado positivo confirmó aún más la existencia y la creciente cooperación e integración del bloque democrático latinoamericano. Dos acontecimientos paradigmáticos en sí mismos, ya que expresan dos sistemas de valores, ideales y programas completamente diferentes.