La Revolución Cubana ha vivido bajo asedio permanente: militar, económico, financiero, comercial, mediático. El imperio estadounidense ha sido implacable contra el pequeño archipiélago que ha mostrado que se puede ser digno y con principios en este mundo.
Todo ha sido probado contra Cuba. Especialmente, y de manera feroz, el terrorismo que mutila y mata. Una política de Terrorismo de Estado iniciada poco después del 1 de enero de 1959, cuando EE.UU. abrió las puertas a la pandilla de criminales, torturadores y malversadores que salieron de Cuba y fundaron su redil en Miami, cuna y germen de la mafia terrorista anticubana. Repugnantes asesinos y torturadores como Esteban Ventura, Pilar García, Orlando Piedra, Hernando Hernández, Julio Laurent, Lutgardo Martín Pérez, Ángel Sánchez Mosquera, Rolando Masferrer, Conrado Carratalá, Merob Sosa, Alberto del Río Chaviano, Leopoldo Pérez Coujil, Irenaldo García Báez, José María Salas Cañizares y muchos otros, y desvergonzados ladrones como algunos de los principales colaboradores políticos del dictador Fulgencio Batista, encontraron inmediata o posteriormente apacible refugio en los Estados Unidos.