Eduardo Heras León, narrador, maestro

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Libro Cuentos completos
Portada de Cuentos completos. Foto: Susana Besteiro Fornet

Dos veces compré el libro Dolce vita; las dos lo perdí. Quise compartir con aquellos a quienes se los presté la real sofocación física que había experimentado al leer el cuento homónimo que le da nombre a este volumen de cuentos de Eduardo Heras León, que vio la luz en 2012, por Ediciones Unión.

Allí un hombre, en pleno periodo especial, narra lo que hace en las tardes, los domingos: «Cuando regreso a mi cuarto, duermo un par de horas y quedo listo para la única actividad memorable de la semana: la visita a la pizzería». Habrá que ver cómo sigue la historia…

Mi oportunidad para recuperar el texto perdido llegó en 2019, cuando la 28 Feria Internacional del Libro se le dedicó al Chino Heras y, junto a otras obras suyas, se publicó la primera edición de sus Cuentos completos, con sello editorial de Letras Cubanas y prólogo de Francisco López Sacha.

Solo quienes saben de esa compañía que significa la posesión de un libro deseado podrían aquilatar la euforia experimentada al saberlo de nuevo conmigo, ahora respaldado por otros cuadernos (La guerra tuvo seis nombres, Los pasos en la hierba, Acero, A fuego limpio, Cuestión de principio, y otros cuentos, además).

Saber reunida, al alcance de la mano, la cuentística completa de Heras León no es solo una suerte en materia de disfrute, sino también la suerte de asomarnos a una obra atravesada por una singular honestidad que consigue ofrecernos nitideces de diversas épocas, mostrarnos piezas narrativas de excelencia, algunas de ellas verdaderos clásicos de la literatura latinoamericana; y a un autor que, si bien desde sus primeras apariciones en el panorama literario cubano se mostró como un maestro del género, lo cierto es que también ha ejercido ese magisterio diseminando su realeza, al concebir el prestigioso Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, único de su tipo en la región, en cuyos cursos «no solo se forman mejores narradores, sino también mejores seres humanos que, sin dudas, contribuirán al crecimiento espiritual de la nación».

En orden cronológico aparecen los cuentos, y resulta conmovedor volver a historias como las narradas en Pardo, Modesto, Rogerio… de La guerra tuvo seis nombres, un cuaderno donde hallaremos a personajes que participan en la epopeya de Playa Girón, desde sus resortes emocionales de cara a la histórica gesta.

«Quise decir algo, pero las palabras se me ahogaron en la garganta. Me sentí débil de pronto. Cuando te miré, todo tu cuerpo estaba rígido y tu rostro lleno de una disciplina casi inhumana. Tuve miedo y entonces me imaginé la muerte. La muerte de Germán. Mi muerte. La muerte de todos».

En postura de sondeo, muchos leerán Los pasos en la hierba, ese libro que recibiera en 1970 una Mención única en el concurso Casa de las Américas, y que recibiera, en palabras del poeta Roberto Fernández Retamar, «un ataque brutal y sorprendente en los primeros meses de 1971».

De Los pasos… es la trilogía No se nos pierda la memoria (1. El jefe de la pieza, 2. El teniente, 3. El Lento), uno de los más excitantes textos del libro. En él afloran conflictos asociados a la disciplina, los excesos conductuales, los extremismos, el carácter, el (des)humanismo… de los que no están exentos los colectivos humanos.

«Yo siempre te defendí. Estuve a tu lado en los momentos difíciles, y me busqué castigos, reportes, hasta calabozo por tu causa, como aquel día en que gracias a tu torpeza se partió la aguja del disparador del mortero», se lee en El jefe de la pieza.

Vendrán, desde las páginas, otros rostros en nuevas circunstancias, otros escenarios, otros tonos y ritmos, tales como el que se narra en Mercy, uno de los cuentos de Dolce vita: «La atracción fue recíproca. No voy a contar los pormenores, porque se parecen demasiado a los de tantas otras historias agrupadas bajo el titular: “Temba se empata con pepillo”, o viceversa. Lo cierto es que apenas unos días, comencé a vivir, como bien diría mi madre, vieja fanática de los novelones radiales, “la emoción y el romance de un nuevo capítulo de mi vida”».

No podrá el lector dejar de deleitarse con la obra de este autor, orgullo de nuestras letras, si se aventura a buscar el volumen, que no está en las librerías, pero que no es imposible hallar en un país donde se privilegia la lectura y se aman los buenos libros.

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